Hoy es común ver motos que según su determinada estética son llamadas de una u otra forma. Fábricas y preparadores de todo el mundo toman estos lineamientos y realizan sus trabajos. Café Racer es uno de estos particulares estilos, y esta es la historia de cómo nació.
El nombre parte como no puede ser de otra manera del café, más precisamente de las cafeterías. Que era donde los jóvenes realizaban sus “carreras”, que iban de un café a otro, teniendo como signo de partida el comienzo de una canción. Antes de que se terminara la melodía debía llegar al otro punto para coronarse ganadores. Por supuesto que sus motos eran preparadas por ellos mismo, nunca se presentaban con modelos de fábrica. En esas reuniones había tanto olor a gasolina como Rock&Roll.
El principio del cuento
Pero vamos un poco más a lo profundo del concepto. ¿Por qué nació? Como tantas creaciones de la vida actual, el movimiento de Café Racer tuvo su punto de partida después de la Segunda Guerra Mundial. Las carencias de una de las épocas más oscuras de Europa llevaban a la gente a idear nuevas soluciones para la cotidianeidad. Y el mundo de las motos no se estuvo al costado de todo esto.
En Gran Bretaña, más precisamente en Inglaterra, los jóvenes no tenían muchas posibilidades de acceder a un vehículo propio, siendo las motos usadas la mejor opción. Las grandes cilindradas estaban casi prohibidas para la gente común, porque el combustible no era algo que se encontrara en cada esquina. Así las llamadas “Utilitarias” comenzaron a ser un auge entre la población.
Los que podían comenzaban a realizar mejoras en sus motos utilitarias, para que estas den lo mejor de sí y mucho más. Así nacieron las primeras Café Racer de la historia del motociclismo, en la década del ’50. En paralelo, al otro lado del océano, en Estados Unidos, crecían las Bobber y las Chopper, de las que hablaremos en otra oportunidad.
Los dueños de la originalidad
Este estilo tan particular de motos lo adoptaban los denominados Rockers británicos (Greasers o Ton-up Boys); como dijimos más arriba, en esta historia hay mucho rock. Ellos llevaban sus máquinas personalizadas con carenados chicos, chasis y estriberas modificadas; así como también tubos de escape y colines cambiados. Se sacaba todo lo que sea innecesario, para que las dos ruedas vayan a la máxima velocidad posible, dejando la comodidad de lado.
Era común en las reuniones de los Rockers las charlas sobre las aventuras en el asfalto de la mítica Isla de Man; pero además siempre de fondo sonaban Jerry Lee, Bill Haley, Elvis Presley y Buddy Holly. Solían juntarse en lugares como Ace Cafe, The Busy Bee, Johnson’s Cafe y el Club 59.
Como todo movimiento de jóvenes los Rockers tenían sus archienemigos, los Mods. Este grupo, totalmente diferente, se lucía con grandes abrigos verdes y jersey de pico. Además montaban sus scooters Vespa o Lambrettas, repletas de retrovisores y faros.
La caída y la continuación de la especie
Todo lo que sube tiene bajar y el boom de las Café Racer no tuvo excepción. La industria de autos se abarató con la compra-venta de autos usados y la entrada de marcas japonesas a las tierras británicas. Eso cambió por completo el mapa del mundo motero en Europa, por este motivo los movimientos como este comenzaron a ir en baja poco a poco.
Sin embargo, no está para nada muerto. La cultura del minimalismo y el rock siguen dando pelea en el mundo de las motos. El concepto de Café Racer se expandió por el mundo y las preparaciones de este estilo aún son vistas en casi todos los talleres. Por supuesto han surgido modificaciones y variantes de la raíz, pero nunca se pierde el espíritu de aquellos años ’50.