En esta oportunidad quiero compartir con Uds. un viaje que fue mi bautismo en esta hermosa pasión de viajar en moto; mas que un bautismo fueron todos los sacramentos juntos. Además me despertó mi otra pasión que fue la de escribirlos.
Más de 10 años después y con muchos kilómetros recorridos y hasta un libro escrito, este relato todavía despierta en mi la emoción que sentí al hacerlo. Espero les guste, ahí va…
Este viaje comenzó allá por el año 1.993, cuando en las noches de estudio en Córdoba, con aquellos amigos que compartimos mucho más que el departamento, soñábamos con que nos gustaría a cada uno hacer de nuestra vida, y sin dudas, eran recurrentes mis sueños de viajar por mi país en moto. Ese sueño se convirtió en una realidad el 9 de Diciembre de 2.009, cuando a partir de mi integración al STAR CLUB ARGENTINA, se armó como destino el 9º Motoencuentro turístico en Tandil, Buenos Aires.
Así, habiendo lustrado mi moto, una Yamaha Dragstar 650 mod. 99 (en adelante “LA NEGRA”), pulido sus escapes (circunstancia que duraría muy poco como se apreciara adelante) y habiendo recibido la correspondiente bendición de mi hija Sol, partí a las 8:45 de la mañana y solo, como lo había soñado varios años antes.
En efecto, habiendo llegado al Portezuelo, entrada o salida (depende) de la ciudad de Salta, conocí a quien sería mi gran compañera de viaje de ida y generadora de más de una anécdota, LA LLUVIA. Esta gran compañera, y digo gran porque fue mucha no porque me agradara su compañía, me siguió, en principio, hasta la Ciudad de Termas de Río Hondo, Provincia de Santiago del Estero, destino al que nunca quise ir, pero gracias a esta “compañera” no vi la entrada a la ruta que me llevaba a Córdoba por la Ciudad de Frías (Santiago del Estero), que resultaba según los cálculos más corta y menos transitada. Gracias a ella tire por tierra, literalmente hablando, el lustrado y pulido de La Negra, previos al viaje.
Así, fue que la primer jornada culminó en la Ciudad de Ojo de Agua (Santiago del Estero), limite con la Provincia de Córdoba, donde descansamos La Negra y yo, que portaba un considerable, por no decir INSOPORTABLE, dolor en las asentaderas (para decir culo de una forma elegante).
La segunda jornada se presentaba alentadora, con ligeras nubes que me acompañaron hasta Córdoba, circunstancia que cambió rotundamente, 10 km. antes de llegar a Río IV, con la aparición de una tormenta tropical digna de sus primas hermanas de Costa Rica y/o Guayanas en cualquiera de sus nacionalidades, que me dejó mojado entero en la Estación de Servicios YPF en la entrada de la ciudad antes referenciada, donde me tome un café con leche de un litro, para menguar el frío y esperar que el aguacero pasara.
Habiendo parado el aguacero, y con el afán de ganar kilómetros, decidí partir para hacer noche en la Ciudad de Vicuña Makena (Córdoba), hecho que nunca ocurrió, toda vez que a 20 km de haber partido, fui Victima, literalmente hablando, de una tormenta con todas sus letras T-O-R-M-E-N-T-A, con mas agua que la reserva del Iberá, y con un viento de 80 km/h. (parámetro del que me enteré por un diario en Realicó (La pampa), que no me dejaba llegar a la banquina, se me llenó “las asentaderas” de preguntas, por los camiones que venían de frente y el chicoteo de la negra por las rutas destruidas.
Como una aparición celestial a mano izquierda vi una estación de servicios abandonada, que mutó en gomería, con una capilla hechiza al lado, a donde me depositó el viento, el lugar se llama “La Ensenada” (nombre que supe a la vuelta); ahí se encontraba, bajo un foco de 25, “Walter” (nombre que también supe a la vuelta) el gomero, personaje de fisonomía al menos siniestra, que me miró como si fuera lo mas normal del mundo que llegará un tipo en moto, mojado hasta los órganos vitales y con una cara de susto bárbara.
Después de tomarme un café instantáneo en un bar de al lado de la gomería, que extrañaba las épocas felices y fértiles de cuando la estación de servicio funcionaba, y ante la pregunta de ¿Dónde podía dormir? La mujer que me atendió me mandó a cien kilómetros de distancia, por lo que pregunté «¿Dónde estaba el cura?» para ver si podía dormir en la iglesia esa noche, a lo que me respondió que hacía 3 meses que no tenían cura, y me mandó a hablar con Walter, el gomero, a ver si tenía la llave. En efecto Walter tenía las llaves de la capilla y no tuvo inconvenientes en abrirme la misma para que durmiera adentro.
Una vez adentro, sin luz y con un ruido bárbaro en las chapas me acordé de un amigo que siempre saca fotos de la moto en las puertas de las iglesias que visita en sus viajes, pero a mi se me fue la mano y por poco la llevo al altar a la negra.
Al día siguiente, y habiendo dormido tranquilo, pero espantosamente incómodo, partí en lo que sería el último tramo antes de Tandil, antes de irme quise documentar por fuera, lo que había sido mi albergue de la tormenta anterior; pero al verlo tan feo, dije: mejor dejálo ahí y que lo imaginen…
Desde allí, el viaje fue largo pero tranquilo (pasando por Vicuña Makena, Realicó, Gral Villegas, Pehuajo, Carlos Tejedor), hasta llegar a Bolivar donde me encontré con Nico y su papa, quienes me ayudaron sin dudas a transitar los últimos 250 km antes de Tandil, ya que sino me quedaba a dormir en alguna ciudad del cansancio que portaba encima.
Ya en Tandil, el Encuentro con los muchachos del STAR CLUB ARGENTINA fue algo maravilloso, conocer personalmente e identificar con rostros los nombres o nicks que usan en Internet, y descubrir que TODOS son personas maravillosas, que manifestaron una amistad intensa, aunque corta en el tiempo, pero sin dudas duradera…
Después llegó la mención por el Motero que llegó de más lejos, que no sólo la obtuve por haber recorrido 2.050 km para llegar, sino por el terror que les produje a la gente de Moto Sierras Tandil (organizadores del evento) al decirles que si llegaba alguno desde 2.051 km le incendiaba la moto y lo amordazaba en la cama para que no llegue al evento… creo que al que vino de Jujuy no le dijeron nada para no tener, después, cargo de conciencia…
Por supuesto, fue tanto un orgullo como una sorpresa cuando nos entregaron a los STAR la mención por ser la agrupación más numerosa. Fue toda una experiencia ver a casi todos y todas los que forman la gran familia de STAR CLUB ARGENTINA reunidos. Y así… todo fue hermoso y emotivo en Tandil, una de las experiencias más lindas fue cuando una madre me pidió que me sacara una foto con su hijo de 11 o 12 años, que quería ser motero de grande y el flaquito temblaba al verme… no sé si de emoción o de miedo pero temblaba…
Y como todo lo que empieza tiene que terminar, el domingo terminó… el encuentro, porque a mi me quedaba todavía la vuelta.