Entre finales de los años 50 y principio de los 60, la casa del ala dorada comenzó su expansión hacia otros continentes. Con ese propósito se creó la C71, también conocida como Dream.
Entre finales de los años 50 y principio de los 60, la casa del ala dorada comenzó su expansión hacia otros continentes. Con ese propósito se creó la C71, también conocida como Dream.
La Honda C71 fue uno de los primeros modelos en desembarcar en los mercados de Europa y Estados Unidos, no tenía muchos puntos destacables, pero marcó el comienzo del imperio japonés en el mundo entero. Su diseño carecía de detalles que la hiciesen llamativa, pero sus prestaciones la dotaban de un buen rendimiento, siendo una motocicleta dócil de manejar.
Para conquistar el mundo
La idea de Soichiro Honda era ambiciosa desde que fundó su compañía, y su sueño primero era construir motos completas. Cumplirlo lo llevó a querer expandir el negocio hacia otros territorios. De ese “sueño” es que parte la palabra “Dream”, que tenían los ejemplares desde la Model D (de 1949), y que estaba grabado en el tanque de combustible de la C71 que pisó las calles de occidentes.
La antecesora de este especial modelo fue la C70, que solamente se fabricó para el mercado japonés. Ambas están inspiradas en la bicilíndricas de NSU, las Rennmax, que deslumbraron a Soichiro, quien pensó que sería bueno hacer máquinas parecidas. Pero por supuesto con diferencias, en la parte mecánica sobre todo, donde la Honda llevaba un solo árbol de levas a la cabeza en su motor de 247cc, y no dos, como la NSU.
En detalle
El propulsor de la C71 tenía dos cilindros en paralelo, cuatro válvulas, cuatro tiempos, y refrigerado por aire, con el detalle de tener arranque eléctrico. De transmisión secundaria por cadena, con cuatro velocidades. La potencia que alcanza el motor era de 18 cv a 7400 revoluciones, y la velocidad máxima con que se movían los 161 kilos era de unos 130 km/h.
La parte ciclo se fabricó en acero prensado, tanto chasis como suspensiones. Delante calzaba unas horquillas delanteras, y atrás un basculante, que se realizaron específicamente para ser baratos, pero resistentes. Pero estos no eran la parte fuerte del modelo, ya que las horquillas eran algo cortas, y los amortiguadores traseros no pegaban con el estilo de época.
En cambio, en lo que sí acertaron fue en la frenada de la C7. Sin ser un ejemplar deportivo, y teniendo un rendimiento más que óptimo en su motor, llevaba frenos de tambor que funcionaban perfectamente. Algo que se mantuvo (y se mejoró) en las versiones de años posteriores.
La Honda C71 resultó ser una máquina confiable, de gran calidad, pero algo cara. Pero era de esperarse por los elementos que lucía, como los indicadores o las herramientas completas. Aunque lo más resaltable de ella era la seguridad que brindaban la durabilidad de sus piezas, además de la facilidad de mantenimiento. Dos aspectos que la fábrica nipona siguió teniendo con el paso de los años, y que lo llevó al dominio del mercado, que comenzó con este preciso ejemplar.