La BMW R7 Concept es considerada por muchos como una de las motocicletas más importantes. Tuvo una vida que la llevó de la innovación al olvido, para después resurgir en una minuciosa recuperación.
La BMW R7 Concept es considerada por muchos como una de las motocicletas más importantes. Tuvo una vida que la llevó de la innovación al olvido, para después resurgir en una minuciosa recuperación.
Los concept existieron desde siempre en el mundo motor, pero quizá ninguno de ellos sea tan recordado como la BMW R7. Una máquina que prácticamente se convirtió en mito por su diseño, tanto visual como mecánico. Jamás se fabricó en serie, pero tuvo dos “hijas” hechas a su semejanza, la R17 y la R5. Presentamos el nacimiento, el olvido y la reivindicación de una pieza maestra del Art Decó en dos ruedas.
El mundo en los años 30
Es imposible hablar de las líneas estéticas de la R7, sin mencionar antes el Art Decó. Una corriente artística que revolucionó todo entre las décadas de 20 y 30. Cuando decimos “todo”, es casi literalmente, ya que influyó primero en el arte y después pasó a la arquitectura, al diseño gráfico, a la industria, copando cada rincón de la creatividad de la humanidad de esa época, sobre todo en Europa.
Este Concept nació en 1934 bajo esa estrella, en la cuna de este movimiento artístico. Se ve en todos sus detalles decorativos, en las extravagantes líneas de su cuerpo, desde la rueda delantera hasta la trasera. Fue la primera vez que se usó tal decorado técnico en una motocicleta, que sumaba la rareza de su chasis tipo puente de acero estampado. Salió tal cual lo había imaginado su ideólogo, Alfred Böning, que con su criatura quiso desafiar al mundo de las motos.
Desde BMW confiaron en el diseñador para que la R7 sea un ejemplo de lo que los alemanes podían hacer. Aunque Böning sabía que su hija nunca llegaría a las calles, ni mucho menos se fabricaría más de una. Pero el objetivo era romper con las formas habituales de las motos de la época, convertirse en estandarte del futuro de la industria.
Dos derivados con distinta suerte
Si bien el futuro de la R7 estaba destinado a una vitrina, principalmente por los altos costos que llevó su realización; tuvo dos herederas: La R17, de 1935 y la R5 de 1936. Es verdad que fueron hechas casi al mismo tiempo, pero es sabido que ambos modelos partieron de la base de la R7.
La R17 tuvo una producción acotada, tan solo 450 unidades en sus dos años de fabricación. El motivo es sencillo, era una moto exclusiva, que se convirtió desde su primer ejemplar en la moto más cara de la época. Tenía un poderoso motor bóxer de 735cc, que alcanza unos 33cv de potencia. Mientras que la R5 tenía un motor de cilindros opuestos de 494cc y 24cv de potencia. La hermana menor tuvo más éxito, superando las 2000 unidades vendidas, y fue considerada un verdadero ícono de esos años.
Los detalles “futuristas” de la R7
Verdaderamente este Concept tenía algunos elementos que no se usaban en aquellos tiempos, pero que ahora son costumbre en los diseños. Por ejemplo, tenía un velocímetro digital con un disco giratorio, que estaba unido al faro delantero. En su diseño que apreciaba el tanque de combustible escondido debajo de la cubierta, donde también coexistían un indicador de presión de aceite y una palanca manual para accionar las cuatro marchas, dispuesto en H, como en los autos.
La elegancia era sin dudas la primera palabra que aparecía estando frente al diseño de la moto, desde la disposición de sus piezas, hasta los detalles como las cubiertas inferiores y laterales o las tapas. Las líneas parecían fluir de una manera natural desde el frente hacia la parte posterior, que terminaba por destacar el escape y el guardabarros. Siendo la R7 una obra maestra de orfebrería de los pies a la cabeza, o desde el faro delantero hasta la luz trasera con la palabra “Stop”.
El corazón de la moto tenía por denominación M205/1, era un motor bóxer refrigerador por aire de 800cc. Tenía particularidades que se utilizaron recién 35 años después de su nacimiento. El cigüeñal forjado en una sola pieza, las cabezas de bielas desmontables, los cilindros y culata también de una sola pieza. Varios de esos elementos le fueron quitados con el paso del tiempo, para ser colocados en otros ejemplares.
La recuperación del ícono
Luego de nacer y presentarse al mundo como una rebeldía en dos ruedas, la R7 fue condenada a morir en los galpones de la fábrica alemana. Pero como un cuento con final feliz, esta moto no murió, aunque sí sintió el paso de los 71 años de olvido y abandono, casi como una condena interminable.
Recién en 2005, BMW miró con nuevos ojos a la R7, con nostalgia por el pasado los bávaros tomaron el ejemplar para restaurarlo. En ese momento quedaba el 70% de la moto, que estaba en el peor de estados. Sus piezas habían sufrido la corrosión de la humedad y los años, sumado a la ruptura de la batería que llevaba y produjo severos daños en el metal que la componía.
Desde la división BMW Classic se negaron a bajar los brazos y dieron el permiso para que la restauración comience cuanto antes. La ardua, pero no imposible, tarea se la designaron a Hans Keckeisen y de Armin Frey. Así que la R7 fue desmontada completamente, para verificar cada una de sus partes. Gracias a los planos originales, que aún existían, el trabajo de desarmarla y volver a colocar todo como estaba resultó mucho más sencillo.
Frey se encargó del motor, tuvo que fabricar varios elementos que se habían perdido para siempre. Keckeisen se encargó del resto, restauró (o volvió a realizar) cada una de las partes de R7, tal y como estaban en los planos o como se veían en las imágenes.
El chasis debió recuperarse a nuevo, así como la caja de cambios, la transmisión y el sistema eléctrico. El escape, las llantas, el guardabarros delantero, todos los botones y la luz trasera se fabricaron en el taller de Keckeisen. Todas las piezas se realizaron de acuerdo a las técnicas de la época, para conservar el espíritu de la R7.
Finalmente, dos años después de comenzado el trabajo el Concept que revolucionó el diseño de las motos volvió a la vida. Su motor recobró el poder que supo tener y se puso en marcha de la mano de Hans Keckeisen, que transitó algunas vueltas. Desde ese momento, en 2007, la BMW R7 descansa en el museo de la firma, como se merece, en un lugar de privilegio, para ser vista por todo aquel quiera apreciar su elegancia.