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Historias GDM

Muerte en el paso Pehuenche

Fernando Picasso, fundador de El Manual del Motoviajero, relata la trágica historia que vivió en 2015.

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 Fernando Picasso, fundador de El Manual del Motoviajero, relata la trágica historia que vivió en 2015.

Cada vez que emprendo un viaje lo hago con un rumbo pero sin un destino. Aquella vez se me ocurrió enfilar para Mendoza y recorrer esa provincia, pero la vida tenía otros planes para mí. El viaje fue muy lento ya que iba en una moto Brava Altino 150 cc. No me importaba porque paseaba y no tenía apuro. Cuando llegue a la provincia de Córdoba todo cambio.

Hacia el Oeste y el Sur comenzó a formarse un frente de tormenta con unas nubes muy preocupantes. A medida que avanzaba hacia mi destino el pronóstico se ponía cada vez más complicado. En el camino conocí a otro motero que ruteaba a la misma velocidad, hicimos los últimos kilómetros acompañándonos y compartiendo cosas. Él viajaba justamente a la ciudad de Mendoza donde residía.muerte6

Me invito a su casa, donde aproveché para conectarme a internet y revisar el pronóstico del tiempo para la zona, las malas noticias se acumulaban como boletas impagas. Mirara para donde mirara había cinco días de lluvias intensas como mínimo. Me preguntaba qué haría con tanta agua sobre mí, recorriendo paisajes agrestes y caminos de ripio. De tanto mirar el mapa me fijo en Chile y cuando le comenté a mi anfitrión sobre ese posible destino me contesto:

¡Ah, no! Chile es otro mundo, son climas totalmente distintos.

El pronóstico informaba que ahí todos los días serían de pleno sol. Sin pensarlo mucho me fui para allá, totalmente improvisado y desconociendo absolutamente su geografía. Así conocí el Paso Libertadores, una maravilla esa ruta, descendiendo en curvas y contracurvas interminables. Me encantó hacerlas pero un pensamiento se iba afianzando: “Con esta moto por acá no subo”, entonces mi paseo por el país vecino fue siempre con rumbo hacia el sur, buscando algún paso más bajo para volver.

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Después de muchos días de pasear y conocer llegue a la ciudad de Talca, era hora de torcer el camino y poner rumbo hacia el Este, retornar a la Argentina por el paso llamado Pehuenche que tiene una altitud de 2.500m aproximadamente. Me había ahorrado unos 700m con respecto al anterior.

Nunca tuve en cuenta el tipo de camino ni el transito que tendría, el único interés era que fuera lo suficientemente bajo y sin una pendiente pronunciada para que pudiera cruzarlo con mi pequeña moto. Desde la ciudad chilena hay unos 150km hasta el paso, unos 250 km hasta el primer pueblo en Argentina y 300 km a Malargüe. Salí al mediodía pensando que iría bien con el tiempo considerando las distancias. Ese fue mi primer error: confiarme.

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El camino era muy lindo, franqueado por árboles. Lleno de fincas. De a poco se fue elevando y poniendo más agreste. El paisaje mejoraba pero el entorno se hacía cada vez más solitario. Pase la Aduana de Chile haciendo todos los trámites con apuros ya que se hacía tarde y tal vez no llegara a la Argentina. Estaba haciendo bastante frio y el sol ya no se veía, todo lo empeoraba un viento helado que soplaba de costado.

En el punto más alto de la cordillera, o sea, en el hito fronterizo donde están los carteles de bienvenida a cada país pare a sacar unas fotos. Tal era la fuerza que tenía el viento que no me anime a bajarme de la moto por miedo a que la tirara. Apoyé un pie a cada lado y desde esa posición realicé las tomas. Cuando tuve las suficientes decidí continuar mi camino, puse primera y arranque.

La ruta estaba en muy buenas condiciones y permitían tomar velocidad así que puse segunda, puse tercera, todo iba muy bien hasta cuando quise poner la cuarta…

¡En ese momento morí en medio de la cordillera!

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La palanca colgaba inerte, totalmente imposible de poner los cambios. Tuve que parar de a poco y al borde del camino detenerme, bajarme a pesar del viento que soplaba.

Al examinar el problema me di cuenta que faltaba la tuerca que unía las palancas que accionaban el sistema, sin ella era lo mismo que la moto no tuviera motor.

La desesperación comenzó a apoderarse de mí, entendí la expresión “se me lleno el culo de preguntas”. Tal vez te parezca un poco fuerte pero es lo que más se ajusta al sentimiento del momento.

Se me venían miles de preguntas e ideas a la cabeza, todas al mismo tiempo. Sabía perfectamente que esa tuerca no formaba parte de mis repuestos y que la moto no contaba con otra de ese tipo que pudiera sacar y utilizar.

¡Estaba muerto! ¡Hasta acá llegó Picasso!, me decía.

Un paraje totalmente solitario, oscurecía cada vez más rápido y el frío se estaba haciendo intolerable. No sabía qué hacer y eso era lo más alarmante. Por no enloquecer me puse a caminar por la ruta con la esperanza que la tuerca brillara y pudiera encontrarla, cosa muy difícil ya que no había sol. Pero ante la desesperación cualquier esperanza sirve, ¿no?

Desde que había parado en el límite hasta que me percaté de la situación habían pasado solo un par de kilómetros, no era tanto. Dios no le dará un problema a quien no tenga la solución, me decía. Solo tengo que encontrarla.

A medida que caminaba me fui tranquilizando porque “algo”estaba haciendo. Nuevamente hice un inventario mental de los repuestos que llevaba por si alguno serviría y tal vez se me había pasado por alto.

Ahí recordé la mañana en la que en una parada al costado del camino, mientras estiraba las piernas y me relajaba un poco, encontré un alambre que me llamó la atención por lo finito y brillante que era y lo guardé. Estaba hecho un bollito en el bolsillo de la campera que llevaba.

¡Tenía una solución! Volví emocionado a la moto, tomé mis herramientas y con ellas hice una “tuerca” con un alambre grueso. Como no estaba seguro que aguantara hasta la ciudad, con el alambre brillante hice una “contra tuerca”.

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De esta manera pude continuar camino y llegar hasta Malargüe en la provincia de Mendoza, donde pasé la noche. Al día siguiente compré dos tuercas por las dudas, no quería otro susto como el anterior.

Fernando sigue pensando que la “reparación” hubiera aguantado un tiempo muy largo. De la aventura aprendió a llevar algunas tuercas y tornillos en mis viajes, lo cual recomendamos a todos los que emprendan esta aventura.

Felicidades a Fernando, el autor de esta aventura con éxito, quien comparte sus aventuras en Moto Viajeros Argentina y Manual del Moto Viajero.

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