Antes de ser padre, cumplió el sueño de ir a la Ruta 66
Bajo los nervios de convertirse en padre primerizo, Roni Bandini, decidió cumplir un extraño sueño y se fue dos semanas a recorrer la mítica norteamericana en una Harley-Davidson.
Bajo los nervios de convertirse en padre primerizo, Roni Bandini, decidió cumplir un extraño sueño y se fue dos semanas a recorrer la mítica norteamericana en una Harley-Davidson.
La paternidad cambia la vida, y podría decirse que un viaje en moto también. A Roni Bandini le pasaron las dos cosas al mismo tiempo, y por decisión propia. Es que la ansiedad que le generaba ser papá no lo dejaba ni dormir, “los miedos opacaban la alegría.”
Por recomendación de amigos y familiares consultó con un psicoanalista, pero se dio cuenta que eso no era para él; según sus palabras “sospechaba que la solución a mis problemas no iba a llegar por ese lado.” Después de eso tuvo un sueño, iba por una ruta de tierra, en moto, y completamente solo. “Le conté el sueño a un amigo y se nos ocurrió fantasear con un viaje a los Estados Unidos para recorrer la histórica Ruta 66.”
Roni recordaba a su propio padre, quien viajaba desde San Pablo, Brasil, hasta Buenos Aires para visitarlo. Siempre hacía los más de 2000km de recorrido a lomos de una Kawasaki Z1000. Por esto, tenía cierta noción para manejar motos, pero solamente se había subido a modelos de baja cilindrada.
Finalmente y con el apoyo de su mujer, comenzó con su aventura. Lo primero fue comprarse un pasaje hasta Estados Unidos. Así viajó con su amigo hasta Chicago, Illinois, donde ambos alquilaron dos Harley Davidson Sportster 883. Su travesía consistió en dejar todas sus pertenencias en el hotel y salir a rutear con lo puesto, sin bolsos, ni teléfonos.
Fue difícil encontrar la Ruta 66, pero gracias a la ayuda de la gente pudieron dar con ella. El viaje de Roni no empezó del todo bien, según él mismo cuenta: “Ya cerca del mediodía nos encaminamos por la ruta histórica y empezamos a acelerar. Para adelante solo se veían kilómetros y kilómetros de asfalto solitario. Mi ansiedad aumentó. ¿Qué tal si todo eso había sido una mala idea? ¿Y si tenía un accidente y no llegaba a tiempo para el nacimiento de mi hija? ¿Qué pasaría si esa monotonía y ponerme en contacto con mis pensamientos empeoraba mi condición?”
Luego pasó a la tranquilidad: “Empecé a ser consciente de la respiración. Respiré profundo y solté, y respiré otra y otra vez. Me di cuenta de que lo único que teníamos que hacer era acelerar con breves intervalos para cargar nafta y comer. Así de sencillo. En estas condiciones la ruta funcionó como un tamiz que fue filtrando mis ansiedades y miedos y me permitió conectar con el presente.”
Pero llegó un imprevisto, la lluvia en medio de la ruta. “Pensamos que habíamos hecho las cosas mal, que no habíamos planificado lo suficiente y que nos habíamos apurado por salir a la ruta. Entonces sentimos una vibración y un ruido de escape que se iba acercando hasta que se nos puso a la par una enorme Harley Softail con un viejo de barba y brazos tatuados, que iba también con lo puesto y empapado. Compartimos un buen tramo bajo la lluvia hasta el pueblo (Pontiac).” Después de descansar volvieron a recorrer la 66, ya con la seguridad de que su viaje había sido completamente transformador.
15 días más tarde, Roni regresó a casa sano y salvo, pero también hecho una persona nueva. Desde ese viaje volvió a su amor por la literatura, escribiendo novelas como El Sueño Colbert, La Gran Monterrey y Macadam. Además de hacer recorridos por distintas rutas (siempre en moto), con su grupo de amigos, ya transitó por la mítica Ruta 40, por Uruguay, Brasil, Italia, Suiza, y hasta por el Puente de las Siete Millas cuando fue desde New Orleans hasta Key West.
Roni explica la experiencia de su primer viaje así: “Entendí que por muchos años había acumulado recursos para interactuar y ser auto-suficiente, funcional y adecuado, pero no había generado las condiciones para enfrentar un diálogo interno. Este diálogo interno pudo surgir recién cuando me alejé de las urgencias del día a día y saqué el cuerpo de ese guión confortable que va del departamento, al ascensor, a la cochera, al auto, a la consultora; siempre seco, limpio y a la temperatura óptima. Me marcó encontrar tanta gente en búsquedas parecidas. Solos o acompañados, bajo la lluvia, embarrados, con frío. Gente que podría haber hecho esos trayectos más convenientes, pero ahí estaban en dos ruedas, entornando los ojos y poniendo el cuerpo, buscando consuelo, una transformación o respuestas en lo más sencillo, que es el hombre y un camino.”