Leyendas

Todos los caminos conducen a Bonneville

Cada vez que hablamos de romper un récord de velocidad en el mundo de las dos ruedas, el Salar de Bonneville aparece. ¿Por qué todos quieren desafiar a la salina del norte?

Publicado

el

Bonneville es sinónimo de motos, y no solamente por el mítico modelo de Triumph. Ha sido durante años el sitio elegido por quienes pretenden establecer diferentes récords del mundo sobre dos o cuatro ruedas. Pero pocos saben cómo este salar se convirtió en lo que es hoy: una meca de la velocidad.

De los óvalos a la electricidad

El Salar de Bonneville queda en Wendover, Utah, Estados Unidos, y debe su nombre al primer norteamericano que exploró la zona en 1830. El primer transporte que surcó la salina fue el ferrocarril, inaugurado en 1910, pero cuatro años después los entusiastas de las carreras redescubrieron el lugar, para usarlo de circuito.

Al principio se corrían carreras en un óvalo, en su mayoría eran competiciones de resistencia que podían llegar a durar un día completo. Poco a poco se dejó la resistencia de lado para pasar a la velocidad, y a los intentos por quebrantar récords. El primero en establecer un récord fue Teddy Tetzlaff en 1914, aunque no lo hizo sobre una motocicleta.

Por años siguieron corriendo detrás de las milésimas de segundo para convertirse en los más rápidos del mundo. No fue hasta la década del 40 que estas competiciones se oficializaron como el Bonneville Speed Week, gracias al alcalde de Salt Lake City, David Abbott “Ab” Jenkins, que además de ser amante de la velocidad supo ser piloto profesional.

Fue en 1949 cuando el mismo gobierno del Estado de Utah organizó este festival de la velocidad, que actualmente se celebra dividido en tres eventos: Speed Week (agosto), World of Speed (septiembre) y World Finals (octubre). Allí supieron darse las mejores hazañas para las marcas de dos ruedas.

Por supuesto, fue en un Speed Week donde nació la leyenda de la Triumph Bonneville, que lleva su nombre por el salar. Este modelo recuerda el récord establecido por Johnny Allen en una Thunderbird en 1956, una marca que consiguió batir cuatro veces más, hasta lograr una velocidad máxima de 345 km/h. Luego la marca británica seguiría superándose durante toda la década.

Triumph no fue la única fábrica ligada a Bonneville, porque con los años otras marcas se sumaron para buscar los límites de la velocidad. Harley-Davidson e Indian, como locales, fueron de las primeras en intentar récords en la famosa salina. En los 70 hicieron su aparición los gigantes japoneses, con Yamaha y Kawasaki a la cabeza.

En la actualidad, además del Speed Week existe el Bub Motorcycle Speed Trials, que es exclusivo para motocicletas; en los eventos siempre se dividen categorías por tipo de vehículo y cilindrada. Por supuesto, como dicta la modernidad compiten hasta las motos eléctricas, en su división particular.

Para establecer los récords en la Speed Week, se miden distintas pistas unos días antes de la competencia; se hace una recta de pruebas y dos más, que varían en tamaño, para las pruebas. También los competidores tienen más de un intento y se toman dos marcas, la velocidad máxima alcanzada y un promedio entre todas las pasadas, que es la marca final. Al ser en norteamérica se mide en millas, pero luego se pasa a kilómetros.

Dentro de la historia del Salar de Bonneville existen dos selectos grupos de pilotos, el Club de las 200 mph y el Club de las 300 mph, donde han inscrito su nombre diversos personajes, por ejemplo, el famoso Burt Munro o la primera mujer en superar la barrera de las 300 mph, Valerie Thompson.

El problema actual

Bonneville fue elegido por una razón, su suelo. El terreno es un desierto de sal de 260 km2 completamente plano y muy firme, que llegó a ser comparado con el asfalto. Por esta particularidad comenzaron a usarlo como pista de carreras en un principio, hasta que se volvió “mítico”.

Lamentablemente, al ser un terreno natural está expuesto a los cambios de la naturaleza, que no siempre son los deseados. En los últimos años, debido a fuertes lluvias constantes, el salar está dejando de ser el mismo de antes, perdiendo justamente la salinidad del suelo. Pasó de ser un verdadero desierto a resultar dificultoso conseguir 10 kilómetros completos de sal para marcar una pista firme y lisa.

Las competiciones han continuado a lo largo de los años, aunque hubo varias cancelaciones en los últimos tiempos, como en 2014 y 2015. Sin embargo, se espera que la mítica carrera pueda seguir adelante; en 2022 se volverá a hacer entre el 6 y 12 agosto.

Salir de la versión móvil