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Bitácoras del Ciego

Crónicas de un sueño cumplido: Sembrando la semilla

Este viaje lo hice y escribí hace exactamente una década (que rápido pasa el tiempo); pero el sentimiento generado se mantiene intacto. Ahí va…

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«Desde siempre soñé con viajar en moto, y felizmente lo pude hacer. Disfruté cada viaje, como sea que se presentó, solo, en pareja, con amigos, viaje largo, corto, interminable, con lluvias, vientos o calor; ahora desde que nacieron Lucca (mi hijo) y Sol (mi hija), soñé, y sueño a diario, en que me acompañen en mi pasión.

Siempre estuve atado a la edad (legal) para subirlos a la moto (14 años para ir de acompañante en la ruta); pero la ansiedad del padre y del hijo imposibilitaron el respeto a parámetros normativos de restricciones de edad.

Así que empezamos el armado del viaje para ir al encuentro que el Star Club Argentina organizaba en la Falda (Córdoba). Todo un trámite para conseguir el permiso de la madre del chico, y a pesar de haberlo conseguido (él le cocino la cabeza), fue el trabajo del padre lo que pincho el viaje. Pero como la ansiedad estaba desatada, dispusimos dos días del feriado largo para hacer aunque sea un viajecito corto… Y se eligió la hermosa Quebrada de Humahuaca en Jujuy, como destino para el primer viaje en moto de mi hijo.

Habiendo preparado a La Gaucha el sábado, y con una lluvia que no paraba mas y un frio tremendo, decidimos salir el domingo a la mañana. Por eso a las 11 del día domingo, y como si el tiempo estuviera de acuerdo con la ansiedad mutua de padre e hijo, salimos, con un día nublado pero sin lluvia y con un frío más o menos tolerable.

La primer tirada la hicimos hasta la ciudad de Güemes, a 50 km de Salta capital, donde paramos a comer un lomito en la YPF El Jaguel. Viajamos máximo a 100 km/h, tratando de que Lucca no se asuste y preguntándole a cada rato (por señas) como iba. Habiendo terminado uno de los lomitos más ricos del país (entre otras cosas soy perito de Lomitos) salimos a Jujuy, donde paramos a cargar nafta y tomar un café.

Es increíble, no sé si les pasa a los padres de hijos de 8 años, pero es la generación de “chicos aburridos”, para sacarle un palabra hay que hacer un curso y mutan de la locura extrema al ostracismo más profundo, en cuestión de segundos… ¡qué duro ser padre en la generación play station!

 

Pero, a pesar de lo difícil de tener una devolución, no dejaba de hablarle de la seguridad en el viaje, o como tiene que ponerse si el viento viene de costado, o como seguirme en las curvas, con el tiempo me daré cuenta si todo lo que le dije lo escuchó o no, jajaja.

Salimos de San Salvador y encaramos hacia la Quebrada, hasta la localidad de Volcán, llovizna y ¡un frío! El chango se la banco perfecto, pero cada parada a sacar fotos se sentaba en el suelo a ver si se le calentaba el traste con las piedras de la banquina.

Llegamos a la tarde a la Tilcara, un lugar hermoso, que se convirtió en el centro turístico de la quebrada; la atracción, la Gaucha y el Lucca, «destilando» buena onda, con todo aquel que le preguntaba del viaje, y este humilde servidor, baboso por ambas situaciones.

Ya a la tardecita nos fuimos hasta Maimara, donde teníamos una reserva para dormir; nos tomamos un litro de café con leche con bollos caseros, vimos una peli, y charlamos largo sobre el viaje, mientras él despuntaba el vicio con su play portatil (¡por Dios!). A esa hora era imposible estar afuera, porque el viento estaba helado; así que nos metimos en la pieza a seguir charlando y cada sonrisa recibida era un regalo para el alma. Dormimos muy bien, calentitos, y al otro día, después de desayunar, emprendimos la vuelta a casa.

El regreso fue más rápido. Un día hermoso y soleado, con Lucca más acostumbrado ya apure a la Gaucha, y a 140 km/h, le metimos hasta Salta, parando solo a cargar nafta en San Salvador de Jujuy. Llegamos a Salta al mediodía, donde la madre y la hermana lo recibieron como a un héroe, él acusó un leve dolor de culo, riéndose de tal circunstancia y con ganas de hacer un viaje más largo, algún encuentro con los Star tal como textualmente me lo planteo.

Así como en todas las crónicas acostumbro a agradecer, en esta solo tengo que agradecerle a la vida, por permitirme hacer este viaje con mi hijo en moto, y cumplir un sueño que tengo desde hace ocho años cuando en la sala de parto lo vi nacer. Realmente es soñada la conexión alcanzada por compartir esto que era solo de los dos; y ojala en un futuro no muy lejano viaje nuevamente con él, pero ya en su moto yendo juntos a la par…»

2020

Como les conté este viaje se hizo hace una década, y como dijo alguien por ahí: “Pasaron cosas”. Pasé el tiempo, se fue la Gaucha, se fue la Gran Gaucha, y llegó Macacha. Ese chico, nene, se hizo un adolescente casi un hombre de 1,80 mts. Y como la pandemia lo dejo sin viaje de fin de curso, a mitad de año me planteó comprarse una moto (chica quiere) y que los dos juntos hagamos la Ruta 40 de punta a punta el año que viene. “Papa, yo saco las fotos y vos escribís el viaje”.

Así que claramente todo lo que hablé hace 10 años, mientras estaba a full con el «Mortal Kombat» en esa pieza en Maimara, entró, llegó… y tengo el pecho inundado de emoción de saber que falta un año para que «LA HERENCIA EN VIDA» empiece a recorrer kilómetros. Claramente «Yo ya gane», como dijo otra por ahí…

Hasta la próxima, El Ciego

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