Guadalupe decidió dejar todo para ver el mundo, sin importar hacerlo sola. Entre sus recorridos se animó a ir en moto, porque según ella es el mejor transporte para conocer verdaderamente el entorno.
P: Dejaste todo para viajar por el mundo ¿cómo tomaste esa decisión?
R: En junio del 2012, hice un viaje a Israel, y conocí un personaje que vivía viajando con sus artesanías, era muy talentoso en lo que hacía. Yo le dije, que me encantaría hacer lo mismo, pero no tengo un talento específico. Él me dijo ‘Tenés que buscar algo que te gusté, después le vas a dedicar mucho tiempo porque te va a gustar, y te va a salir mejor. Te tiene que gustar hacerlo, y después a alguien le tiene que gustar el resultado, no a todo el mundo, a alguien’. Volví a Argentina y me di cuenta que mi vida siempre había estado basada en los viajes. Siempre negociaba más vacaciones por menos paga (un mes de vacaciones). Estuve un año mientras estudiaba sin tener heladera porque iba ahorrando para poder irme a Cuba de mochilera. Dije ‘¿Qué estoy haciendo? Evidentemente sufro durante 11 meses para hacer lo que me gusta durante un mes, no tiene sentido esto’. Había mañanas que prefería estar enferma antes que ir a trabajar. Ahora trabajo un montón, pero me levantó y tengo ganas de empezar mi día. Durante el viaje es muy duro, pero siempre me levantó con ganas, así esté cansada, o enferma.
P: ¿Cuánto tardaste desde ese momento hasta comenzar el viaje?
R: Cuando volví de ese viaje estaba ahorrando para comprar mi primer auto, para poder moverme, pero también para viajar. Estaba entre eso y decirle a mi jefe que renunciaba, comprar un billete y empezar a hacer lo que me gustaba. En junio de 2012 lo empecé a pensar, en noviembre tomé la decisión, y en finales de marzo me fui. Me compré un pasaje a China, el país más difícil en cuanto a lenguaje, y dije ‘ya está no hay vuelta a atrás’.
P: ¿Qué fue lo más complicado en el principio?
R: Tomar la decisión. Uno piensa que se va a morir de hambre, que no va a tener opciones, que no quiere ser una carga para su familia. A cada uno le agarran miedos distintos, el más fuerte tuyo es el que suena más fuerte también. Lo más difícil es dar el primer paso. Yo decidí probar un año, como límite para decidir si seguía o volvía al mundo de las finanzas. El viaje te va diciendo si esto es lo tuyo, te va haciendo decidir para qué lado vas a ir. Además viajar barato no es vacacionar, es muy duro, a nivel corporal y psicológico, no es para todo el mundo.
Sobre su blog, Hasta pronto Catalina, cuenta que lo creó “como un juego”, y para devolver lo que el mundo le da, enseñar, compartir, además de escribir, que es otra de las cosas que le gustan. Se dio cuenta de la magnitud de lo que hacía cuando empezó a recibir muchos “me gusta” en Facebook, y mails de apoyo de gente que no conocía. También Guadalupe nos dijo que aprendió a manejar motocicletas en Indonesia y decidió hacer partes de sus travesías en dos ruedas.
P: ¿Por qué elegiste viajar en moto?
R: Me gusta, me enamoré. La primera vez alquilé una era automática, recorrí todo Bali, el norte, y me di cuenta que amo la moto. Después fui alquilando, porque es un medio de transporte barato, y en Asia se usa mucho. Es chiquita, fácil de manejar, de reparar, la dejás en cualquier lado, la podés mover vos, y es más barata. Pero por sobre todas las cosas te conecta mucho más con el medio ambiente. Para mi estar en un auto es como ver desde la pantalla de un televisor, vas aislado. En cambio la moto es todo lo contrario. Sentís frío, calor, te mojas, escuchas los ruidos, los pájaros, sos mucho más vulnerable. Además te permite llegar a muchos lados, porque hay lugares que la ruta está muy mala, y llegás mucho más rápido con una moto. También te permite ir a donde quieras, porque en muchos países no hay medios que te lleven a todos los lugares.
P: Debiste tener muchos traspiés durante tus travesías, ¿cuál considerás el más grave?
R: El más grave es este momento que me rompí las dos manos (mientras viajaba en moto) en Liberia, África. Fue muy fuerte el dolor y la desesperación. Estar en una cama del hospital pidiendo a gritos que por favor me inyecten lo que sea, para no estar consciente. Es tan intenso el dolor, que entrás a quirófano y pedís que si te morís no te despierten, porque no quiero estar en ese estado. Encima con personas que están igual, al lado, gritando y llorando. Fue el traspié más fuerte y en el que más aprendí, a nivel emocional. Ahora no se me ocurría decirle a alguien que se rompió todos los huesos del cuerpo ‘tranquila que todo va a ir bien’, porque en ese momento te parece irreal, aunque después lo agradezcas. Hoy le diría ‘lo lamento mucho, sé por lo que estás pasando, decime en lo que sea que te pueda ayudar’.
P: También tuviste buenas experiencias, ¿podrías contarnos alguna?
Tuve muchas experiencias con la gente y con la naturaleza. Lo segundo es muy personal, es ponerte a llorar por la inmensidad, lo bello que es y las ganas de cuidarlo que te dan. Es indescriptible con palabras. Después con las personas me acuerdo que una vez en Indonesia no tenía plata, ni había más buses. Me fui a dormir a la estación y era un árbol, encima iba a llover. Empecé a hacer dedo, por dos horas, con mucho peso, y me levantó un motociclista local. Viajamos por seis horas, mientras llovía y hacía mucho frío. Me llevó hasta su pueblo y su familia me dijo que me quedara con ellos. No tenían luz, ni agua, ni nada, era una casa artesanal, hecha con palmeras. No hablaban en ningún idioma que yo entendiera. Ese día la mamá me dejó su cama, cocinamos juntas ensalada con hojas de los árboles y pescado frito, que había sacado el marido del río. Cuando nos separamos, me llevaron al bus se aseguraron de todo, nos despedimos y la señora me abrazo, como si fuese una mamá, y yo hacía como ocho meses que no estaba en casa.
P: De todos los lugares que visitaste ¿Tenés un favorito? ¿Cuál es, o cuáles serían?
Amo Indonesia, no visité todas las islas, pero gustó la onda de la gente, en Sumatra y Java. Después el sur de China, la provincia de Yunnan, que tiene montañas, mucho verde, y lagos. De Alaska estoy enamorada; y del sur de Chile. Canadá es espectacular, y cuidan mucho de la flora y la fauna. Los sitios que más gustan siempre tienen que ver más con la naturaleza.
P: ¿Cómo animarías a otras mujeres a viajar solas?
R: Le diría que se animen, pregunten. Si es por un tema de dinero hay formas de viajar barato, podés ir a dedo, hacer intercambios culturales, o workaway, que te dan alojamiento y comida. Siempre hay posibilidades, poner en la balanza cuánto uno quiere ser, o quiere hacer. Si estás sola, la gente es más receptiva, te incluyen en seguida en un grupo, sobre todo si sos simpático y buena onda; te hacés muchos amigos nuevos. Además te hace sentir independiente, capaz y muy libre, porque hacés lo que querés, nadie te va a decir nada. Es cuestión de probar, si no te gusta al siguiente viaje lo hacés acompañada.
Además Guadalupe nos dio algunos consejos, sobre todo para las mujeres: “En la mayoría de los países si te ponés a llorar te van a ayudar, más estando sola, das menos miedo que si fueras un hombre.” Pero hace énfasis en poner reglas de viaje, para hacerlo más seguro: “Tengo reglas muy precisas, voy con gas pimienta y sé cómo usarlo… Y ponerte mecanismos de seguridad, yo cuando viajo no tomo alcohol, a menos que sea gente que conozco, ni salgo después de las seis de la tarde. Durante el día lo que quieras, durante la noche no, porque es difícil darte cuenta como es la sociedad. La gente durante la noche se permite otras cosas, y estás más expuesto.”
Al momento de nuestra charla con Guadalupe, ella está en un parate de una de sus tantas travesías por el mundo, porque se recupera de un accidente en moto. Desde Gente de Moto la apoyamos en su viaje, le deseamos pronta mejoría y a seguir ruteando.
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